La opción de montar un negocio por cuenta ajena como una posibilidad más de futuro profesional no está en la mente de buena parte de los jóvenes españoles. Es decir, que cuando se plantean a qué se quieren dedicar, el ser emprendedor sólo lo contempla el 20% de los alumnos de último curso de carrera o recién licenciados, de acuerdo con una encuesta de Círculo de Formación. Mientras que al 50% le gustaría desarrollar su carrera profesional en una multinacional.

Sin embargo, el porcentaje de jóvenes que montaría su propia empresa es más alto durante la etapa de Bachillerato: un 26% lo haría. Y el 41% elegiría la empresa privada. Por lo que en el paso de la Educación Secundaria a la Universidad se pierde espíritu emprendedor. De forma similar, El Libro Blanco del Emprendedor, de Esade, muestra que el 77% de los universitarios prefiere la estabilidad y el 70%, un ingreso fijo.

¿Qué ocurre para que los estudiantes prefieran el empleo asalariado o dedicarse a la Administración Pública antes que embarcarse en una aventura empresarial?

El miedo al fracaso, muy acuciado en España, es uno de los motivos que citan los expertos para justificar la baja tasa de emprendedores. “En España se tiene aversión al riesgo empresarial. Es nuestra cultura y se transmite de padres a hijos. De hecho, a nadie le extraña tener que ayudar a un familiar para comprar un piso o un coche, pero es inusual que los progenitores costeen la apertura de un negocio, salvo que se provenga de una estirpe de empresarios”, explica Ignacio Uría, director gerente de Fundación Empresa Universidad de Navarra. En este sentido, antes de probar y arriesgar es preferible quedarse quieto, porque el fracaso se percibe como negativo y socialmente está muy penalizado. En cambio, en las culturas anglosajonas los inversores no suelen fiarse de los que no han cometido errores. “Por eso, el verdadero emprendedor termina por emigrar y buscar su sueño en otros países. Estados Unidos, principalmente”, añade Uría.

La formación es la clave para paliar el déficit de nuevos empresarios y curar el endémico miedo a emprender. La enseñanza superior ya dispone de asignaturas dedicadas a la creación de empresas, pero también se pretende que el fomento del espíritu emprendedor se dirija a potenciar las responsabilidades del alumno, su creatividad e iniciativa. En concreto, las universidades defienden que el modelo educativo tiene que transmitir a cualquier estudiante, sea de la rama que sea, que siempre es posible hacer cosas nuevas, ya sea en un negocio propio o por cuenta ajena. Miguel Carmelo, presidente de la Universidad Europea de Madrid, advierte de que “enseñar a ser emprendedor o quitar el miedo son los grandes retos del sistema educativo español”.

Los expertos aconsejan que esta formación comience en el colegio: no se puede convertir a una persona en emprendedora durante los cuatro años que dura una carrera. “En la etapa de formación superior existen programas, pero se enseñan cuando el estudiante está demasiado maduro”, reflexiona Ángel Colomina, director general de la Fundación Incyde de las Cámaras.

A estas circunstancias se suman las dificultades añadidas de la crisis: la falta de financiación actúa como otro elemento desincentivador. Sin embargo, la coyuntura posee un lado esperanzador. El maltrecho mercado de trabajo, la alta tasa de paro juvenil y el hecho de que un contrato fijo ya no es una garantía están cambiando el modo de ver la creación de un negocio propio.

Otro ejemplo es Magma Teatro, compañía teatral creada por cuatro estudiantes de Artes Escénicas. Gloria Luna, una de sus fundadoras, recomienda emprender: “La experiencia y los conocimientos que hemos adquirido con la compañía no se aprenden en otro sitio”.

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Fuente: Diario Expansión.