Sin embargo, siendo estrictos, un país como China no está “emergiendo”, sino que, más bien, se está recuperando. Según algunos historiadores, en 1833 China acumulaba el 33% del PIB mundial. En 1950, pasó a suponer el 4%. Precisamente, esa década de los cincuenta -con esa idealización de la sociedad suburbana estadounidense plasmada en tantas películas- se suele señalar como el origen de lo que llamamos consumismo. Surgía un nuevo modelo. Así, la propia noción de “consumidor” nació con pasaporte de país occidental. Quizá por eso, el verbo “emerger” sí que sea aplicable con más rigor a la expresión “consumidor asiático”. Pero, ¿quién es el consumidor asiático? Empresas de todo el mundo y de todos los sectores se dirigen a él, buscan su aprobación, su fidelidad y, por supuesto, su dinero. ¿Por qué?

En 1995, los mercados de China y la India equivalían al 36% del consumo de Estados Unidos en términos de paridad de poder adquisitivo. En 2010, ya representaban el 67%. “El consumo por habitante en Asia continúa estando por debajo de los niveles de las economías más desarrolladas del mundo. No obstante, parece evidente que la senda de convergencia va a continuar en el futuro, pudiendo incluso acelerarse, en función de la intensidad con que la crisis internacional afecte a las distintas regiones del planeta. Si multiplicamos el gap per cápita entre las economías más desarrolladas del mundo y Asia, por el tamaño de la población asiática, el resultado es un mercado de un tamaño varias veces superior al de Europa”, señala Javier Sanz, consejero económico y comercial de España en Hong Kong.

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