Hay un dicho que dice que el mayor fracaso es no haberlo intentado, y en otras culturas como en EEUU observamos que tiene más valor aquel emprendedor que ha tropezado en alguna ocasión que aquel que surge de la nada. No obstante en otras culturas, como en la española por ejemplo, está mal visto intentar algo si no alcanza el éxito, condenando a los que lo han intentado sin suerte al ostracismo.

Es hora de darle una vuelta al sentido del fracaso, porque fracasar no es perder la guerra sino solo una batalla, y quien lo intenta sin éxito aprende grandes lecciones e incluso se ve en situaciones extremas, que de otra forma no se habría visto envuelto en ellas, que le hacen madurar como emprendedor y como persona.

El miedo al fracaso viene desde la escuela

Son muchos los pensadores que afirman que la escuela solo sirve para formar a empleados intercambiables y homogéneos, que no se nos enseña a pensar sino a no fallar y a no salirnos de la línea. Esta educación se ve claramente reflejada en las encuestas sobre emprendimiento, en las que en muchísimos países prácticamente no hay jóvenes con intenciones emprendedoras, sino que su principal objetivo es pasar a engrosar el equipo de funcionarios del estado.

Como decíamos estos datos no son casualidad, ya que en el colegio se priorizan los resultados mediocres por encima de la creatividad y el emprendimiento. Todo esto resulta en un miedo hacia ya no solo el fracaso sino a la posibilidad de intentarlo.

Nos cortan las alas de la creatividad y el emprendimiento desde bien pequeños y esto evidentemente se refleja en la sociedad en la que vivimos, en la que los que emprendemos somos vistos como bichos raros o gente loca que no sabe lo que hace. Si alguien fracasa, todo el mundo le dice que se lo habían avisado, y si tiene éxito todo son envidias. Es triste pero cierto.

Este miedo inculcado desde bien pequeños también se acaba reflejando en la parálisis por el análisis, que no es más que una extensión del miedo al fracaso que nos lleva a querer controlar al máximo las decisiones sabiendo que siempre existen variables que escapan a nuestro control.

Pero hay un brillo de esperanza en las corrientes modernas de creatividad representadas por personajes tan interesantes como Ken Robinson, genial su charla sobre la creatividad en las escuelas, y Eduard Punset, firme defensor de la educación emocional y la creatividad.

De un éxito se aprende, de un fracaso se aprende mucho más

Está claro que teniendo éxito aprendes, pero un éxito no siempre es aplicable a otro intento, por lo que está muy bien estudiar los casos de éxito, pero está aun mejor aprender de los casos de fracaso, una buena muestra es “El libro negro del emprendedor” de Trías de Bes.

Está claro que para que un emprendedor admita finalmente que su proyecto ha fracasado antes ha dado toda su energía y salud en intentar evitar el final de su aventura. Y es en esos momentos donde de verdad una persona se pone a prueba a si misma y aprende de situaciones límite que de otra forma no habría vivido. Y estas enseñanzas forzosas nos hacen madurar como emprendedores y como personas, y si son compartidas con otros, constituyen una fuente de conocimiento valiosísima para futuros emprendedores.

Cada éxito probablemente sea diferente, pero en todos los fracasos se producen situaciones similares que te enseñan donde deberás tener más cuidado la próxima vez, y aunque hayan problemas que te superen acabarás superando otros problemas que constituirán valiosas lecciones para saber superarlos la próxima vez.

Es muy importante una vez superado el periodo más emocional de todo fracaso, revisar mentalmente todas las lecciones que hemos aprendido, porque para el próximo intento, que seguro que lo habrá, tendrás mucho terreno ganado.

Quien no arriesga no gana

En la vida como en las empresas quién no arriesga no gana, y esto llevado al mundo del emprendimiento es la innovación. Es probable que la aversión al riesgo de la que se encarga nuestro cerebro reptiliano (ver charla sobre motivación de Emilio Duró) nos lleva a pensar que es más fácil copiar el éxito de otros que probar algo nuevo, y nada más lejos de la realidad, copiar un modelo existente normalmente avoca al fracaso más absoluto. El éxito reside en los pequeños detalles, no solo en grandes revoluciones, y darle un nuevo uso a un producto existente o abrir un nuevo mercado o cualquier pequeña adaptación de paradigmas exitentes ya se trata de una innovación que nos puede acercar al éxito.

Pon un fracaso en tu vida

Fracasar con una aventura empresarial no es el final del camino, sino un pequeño rodeo que a larga te hará alcanzar un éxito más sostenible. Quién solo ha conocido el éxito puede que no consiga superar una pequeña piedra en el camino, sin embargo el que ha vivido muchos problemas para intentar conseguir la supervivencia de su proyecto, sabrás afrontar problemas mucho mayores sin perder la calma y su objetivo. Esto no quiere decir que emprendas pensando en fracasar sino que aunque tu proyecto fracase seas capaz de sobreponerte y volver a emprender con mucha más ganas.

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Fuente: Emprenderalia.