Se calcula que entre el 5 y el 7% de la superficie forestal de España está en régimen de proindiviso: su propiedad pertenece en comunidad a varias personas sin división entre los mismos. Los bosques pertenecen a sus pueblos. Pero en los pueblos ya no están las mismas personas, si es que aún queda alguien.

“La fórmula funcionaba, pero la despoblación y un marco legal obsoleto imposibilitan que ahora gestionemos correctamente lo que hemos recibido de nuestros antepasados”, explica a El Confidencial Pedro Medrano, ingeniero de montes, fundador de Montes de Socios y emprendedor Ashoka.

No puede ser que una cosa que es tuya, que es importante para mantener la situación de un pueblo, y para que la gente pueda seguir trabajando, no se pueda poner en valor ni gestionarse.

Medrano asegura que el Estado español tiene una deuda con todos los vecinos que compraron estos bosques, una deuda que está lejos de saldarse: “Les hizo la faena en su momento obligándoles a recomprar lo que ya era suyo, porque ya disfrutaban de esos bienes de una manera gratuita en su condición de vecinos. Luego les volvió a hacer la faena entregándoles una propiedad incompleta, en el sentido de que no podían hacer uso de ella cuando la sucesión de generaciones era seria, porque se mantuvo un código civil que no servía para estas comunidades tan amplias. Y el tercer perjuicio es que la recuperación de la propiedad, a día de hoy, tenga que venir de la iniciativa privada, con un costo económico asociado”.

Los vecinos recuperan lo que es suyo

Después de rastrear los archivos, batallar en los juzgados y buscar información de la propiedad de los bosques, Medrano y sus compañeros lograron configurar una fórmula eficiente que permite que los pueblos recuperen la gestión de los abandonados bosques. Pero no fue fácil.

“Yo sabía de la existencia de ese tipo de montes porque mi abuelo me lo había trasmitido, y por mi trabajo en la Asociación Forestal de Soria conocí otra serie de montes y pueblos que tenían un problema muy parecido”, explica el ingeniero. “Iniciamos un camino para ver cuál era el estado jurídico real, pedimos informes a bastantes abogados y todos nos decían que esto no se podía hacer. Fue una situación de inconformismo. No puede ser que una cosa que es tuya, que es importante para mantener la situación de un pueblo, y para que la gente pueda seguir trabajando, no se pueda poner en valor ni gestionarse”.

Esa obligación de volver a hablar, votar y ponerse de acuerdo ecupera el antiguo concepto del Concejo. Es tremendamente positivo y rejuvenece los pueblos.

A través de otras asociaciones forestales y con la ayuda de la Junta de Castilla y León surgió la posibilidad de presentar una enmienda en el Senado y así es cómo lograron que se aprobara la disposición adicional décima a la Ley de Montes de 2003 que, por vez primera, regulaba la gestión de los montes en régimen de proindiviso, permitiendo la creación de juntas gestoras con capacidad para administrar los intereses de los copropietarios de los bosques.

En la actualidad hay más de 15.000 copropietarios implicados en la gestión de los montes y se han constituido 47 juntas gestoras, muchas en Soria (provincia donde se originó el proyecto) y el resto de Castilla y León, pero también en Aragón, Asturias o Extremadura.

Estas juntas no sólo han permitido que los vecinos recuperen el poder sobre sus montes (y los beneficios derivados de su gestión), además han revolucionado por completo la estructura social de los pueblos. “En muchos pueblos se quedan cuatro, seis u ocho familias, se controla todo, se reparten las cuotas de poder, y ahí no puede entrar nadie más”, explica Medrano. “Como la gente tiene porcentajes muy pequeñitos del monte se tienen que reunir en asamblea para tomar cualquier tipo de decisión. Esa obligación de volver a hablar, votar y ponerse de acuerdo recupera el antiguo concepto del concejo. Es tremendamente positivo y rejuvenece los pueblos”.

Esto no quiere decir que Medrano y sus colegas no hayan encontrado reticencias, sobre todo de la gente que estaba usando los montes de forma ilegal, “desde un ganadero que utiliza eso sin pagar pastos, y tiene ahí el ganado de forma poco sostenible, hasta el caso de un ayuntamiento que ha puesto ahí unos molinos, que se quiere llevar el dinero porque tiene rollos con otro ayuntamiento, y no le interesa que se aclaren las cosas”.

Pero al final, asegura, el camino se despeja, y todo gracias a los enormes pliegos en los que se registran los nombres de los vecinos que hace siglo y medio compraron los montes. “La fórmula por la que se recupera esto es necesariamente partir de la historia de la localidad, la recuperación de la genealogía de las familias”, explica Medrano. “Cuando tienes la oportunidad de explicarlo a la gente muchas de esas reticencias que todo el mundo tiene se disipan. Es algo que funciona por sí solo cuando empiezas a hacer lo que nosotros llamamos la “sábana”, la genealogía, y la gente empieza a ver ahí nombres conocidos… Al principio en las escrituras aparecen unos nombres que muchos no conocen. Mucha gente no sabe cómo se llamaban sus tatarabuelos. Pero cuando elaboras los primeros árboles genealógicos, empiezan a ver a los abuelos y a gente conocida del pueblo, las cosas cambian”.

Recuperando el medio rural

Para Medrano la constitución de las juntas gestoras tienen tres beneficios: económico, pues recursos a los que hasta entonces no se tenía acceso se recuperan; ecológico, porque se vuelve a cuidar el monte, reduciendo el riesgo de incendios; y social, pues se genera un proceso de vertebración y de acercamiento de la gente a sus orígenes.

Vamos a dar el primer paso para ver si conseguimos un retorno de verdad al medio rural, aunque el retorno emocional ya lo hemos conseguido.

El último proyecto de Montes de Socios incide sobre todo en este aspecto social, y está a punto de lanzarse a través de las juntas gestoras. “Hemos detectado que hay un montón de nichos de empleo en el monte, pero la gente no sabe cómo sacarles partido”, explica Medrano. “En mi comunidad, La Póveda [un pequeño pueblo del norte de Soria], igual antes vivían 60 personas y ahora viven cero. No digo que vayan a volver 60, pero ¿pueden volver seis u ocho? Sin ningún tipo de problema. Lo que pasa es que muchos no saben ni que ahí se puede trabajar y casi ninguno está preparado para desarrollar esos trabajos”.

Por ello la asociación va a promover unos cursos talleres dirigidos a jóvenes dispuestos a vivir y trabajar en el medio rural. “Vamos a lanzar un mensaje a todas las juntas gestoras para que busquen a sus jóvenes, los identifiquen, traten de ver si tienen trabajo, y les vamos a ofrecer una recuperación de antiguos oficios y de nuevas oportunidades de trabajo: apicultura, carboneo, leña, trabajos forestales, ganadería extensiva, decoración con elementos naturales, turismo micológico y ornitológico…”, explica Medrano. “Vamos a dar el primer paso para ver si conseguimos un retorno de verdad al medio rural, aunque el retorno emocional ya lo hemos conseguido”.

Más información: Boletín Ashoka.

Fuente: Boletín Ashoka.